A las puertas del edificio administrativo de CVG Alcasa, las moscas revolotean sobre un grupo de 16 hombres que han decidido acompañar a su compañero, Pedro Pantoja, en un único reclamo: el pago de pasivos laborales.
Con cadenas se mantienen simbólicamente atados a la empresa a la que han dedicado más de 20 años de servicio y que, ahora, no tiene recursos para cancelar las deudas contraídas con sus trabajadores.
Se trata de beneficios que el alcasiano paga en un 100 por ciento pero que no disfruta; Alcasa desvía el dinero descontado para financiar sus propias deudas operativas.
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